Cualquiera que haya vivido unos años en Castilla y León habrá oído que tenemos un buen sistema educativo, que estamos bien en educación. Así lo confirman los estudios correspondientes.
Una clara ventaja es nuestro contexto. Somos una comunidad tranquila, demasiado diría yo. Cuando tus esperanzas de un futuro prometedor consisten en salir de la comunidad o, con suerte del país, sientes más presión que en otras zonas. Hablando por mi generación, hemos presenciado la crisis de 2007-2008 y la del Covid-19 mientras estudiábamos. Mientras tanto en televisión se emitían simpáticas series sobre emigrar fuera de España.
La falta de competitividad a nivel local hace que también se reduzcan las diferencias entre la escuela pública y privada. Compárese por ejemplo con la situación en Madrid o Navarra. Y esa misma falta de competitividad insana podría ser la razon por la que no tenemos problema en ayudar al compañero de al lado.
También añadiría, aunque resulte obvio, el clima y la situación geográfica. Hace relatívamente más frío que en el resto de España. Y aunque recibamos bastante turismo, no es comparable a las zonas costeras o Madrid. En resumen, no estamos aquí de vacaciones.
Ciñéndome más al artículo, se comenta que dejamos a menos gente atrás que en otras comunidades. No puedo comparar por experiencia, pero es verdad que en mi instituto la solidaridad y la inclusión de los que van más despacio eran valores de gran importancia.
Como punto negativo añadiría la lenta incorporación de las TIC a las aulas. Esto se debe a que no estamos tan cerca de alguna gran metrópolis desde la que nos llegue lo último. Puede que a medida que aumenten las telecomunicaciones seamos capaces de estar más cerca de los centros neurálgicos y los avances.
A pesar de nuestra situación de comunidad vacía, podemos aprovechar nuestra baja densidad para atraer una nueva industrialización, que gracias a los buenos resultados educativos permitiría retener el talento, eso nos sobra.
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