El Libro Blanco de las Matemáticas, de la Real Sociedad Matemática Española (RSME) analiza con bastante rigor y detalle una colección de temas relacionados con las Matemáticas en nuestro país. No es de casualidad que el primer capítulo esté dedicado a la educación preuniversitaria: probablemente es el apartado que más interesa a la sociedad al completo, además de que todos hemos pasado por esa etapa con mejores o peores experiencias.
Antes de empezar, destaco que los resultados de Castilla y León en pruebas como PISA superan a la media española, a los de la Comunidad de Madrid y a las medias de la UE y OCDE.
Comienza analizando las políticas educativas en la materia. Si bien existe una mayor atención a la diversidad, el Libro considera insuficientes los esfuerzos realizados. Es de especial preocupación la brecha de género que existe en esta asignatura. No tiene sentido que a estas alturas aún haya sesgos sociales y psicológicos respecto a las Matemáticas.
Algo que me sorprendió es la preocupación por la atención al alumnado con altas capacidades. Parece que es más importante ayudar a solo un tipo de persona excepcional y no a las otras. Si seguimos así no podemos extrañarnos de que el talento y la excelencia nos abandone.
Urge también acabar con la tradición de enseñar Matemáticas como una serie de procesos repetitivos y abstractos sin utilidad. La alfabetización matemática de la sociedad es importante, por lo que hay que hacérselo ver a los estudiantes, mostrando la enorme creatividad, utilidad y transversalidad que tiene esta disciplina.
En cuanto a la metodología, se recomienda explotar el potencial de las nuevas tecnologías a la vez que se conservan las buenas prácticas analógicas. Demandan la incorporación de las Matemáticas manipulativas y el aprendizaje basado en proyectos y problemas.
Es de vital importancia cambiar la forma de evaluar. Es contraproducente generar miedo y obsesión por el examen. El profesorado debe beber de las herramientas generadas por la investigación para evaluar con objetivos en la mejora y el aprendizaje constantes.
Por último, se hace hincapié en la formación continua del profesorado. El problema no es la cantidad de cursos, sino los objetivos y las temáticas. Hay superávit de cursos repetitivos sobre las TIC a la vez que una ausencia espantosa de formación sobre las nuevas formas de evaluar o adaptar los contenidos.
Como conclusión, creo que es muy positivo que se realicen investigaciones como esta. El buen hacer de estos profesionales debe ser la base de las reformas educativas, y no las ideologías o las opiniones subjetivas apoyadas en creencias o pseudociencias.
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